La situación

Los matones cobardes

«Debemos construir más Europa, asumir nuestras responsabilidades económicas, de defensa y de seguridad»

Contaba el genial Miguel Gila, con su característico humor negro, que una noche salía del cine con su mujer y vio a tres individuos, «como tres armarios», pegando una paliza a un pequeñajo. «¿Me meto o no me meto? -preguntó-. Me metí -se respondió a sí mismo-, y entre los cuatro le dimos una paliza». La mentalidad del matón no suele ser la de un valiente, sino la de un cobarde que juega con ventaja.

Vladimir Putin lanzó a su ejército a invadir Ucrania, confiado en que tomaría Kiev y acabaría con el gobierno ucraniano en cuestión de días o pocas semanas. Eso no ocurrió, y los soldados del Kremlin tuvieron que recular hasta el este de Ucrania, donde aún siguen tres años después. La operación ha sido desastrosa, si tenemos en cuenta que Rusia pasa por ser un armario (como los individuos de Gila) en términos militares, frente a un pequeñajo como Ucrania. Pero en estas se ha aparecido el animoso Donald Trump al rescate del matón Putin, porque los matones tienden a empatizar entre sí, y porque el presidente americano quiere hacer negocio con las tierras raras ucranianas, igual que con las de Groenlandia. Y también quiere construir un Marina D’or en Gaza, expulsando de su tierra a dos millones de personas, a los que ya anuncia que no podrán volver.

Su vicepresidente Vance, ufano y jactancioso, viene a Europa y nos abronca para decirnos a los europeos lo que ternemos que hacer, porque, según su criterio, no tenemos aquí todo el trumpismo que se espera de nosotros. Dice que el riesgo no viene de Rusia, sino que lo tenemos dentro, y que ahora «hay un nuevo sheriff» en Washington.

Y deberíamos agradecérselo, porque invita a Europa a ignorar a un sheriff que solo seduce a una minoría de europeos. Los demás, la mayoría, debemos aprovechar la ocasión para construir más Europa, asumir nuestras responsabilidades económicas, de defensa y de seguridad, y plantar cara a los autócratas de Rusia y China, a los que ahora se une con pasión febril Donald Trump. De no ser así, nuestra democracia liberal peligra.